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"AGUA POTABLE A DOMICILIO. ¿UNA INNOVACIÓN?
LOS MUNICIPIOS DE LA RÍA DEL NERVIÓN EN LA TRANSICIÓN DEL SIGLO XIX
AL XX"
Pedro A. Novo López
Dpto. Historia Contemporánea
Universidad del País Vasco /EHU |
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El número de abonados al servicio de aguas a domicilio en 1910 (ver
cuadro n.º 3) era de apenas 162 y 158 los inmuebles, cuando la
población de Barakaldo se situaba en torno a 19.000 habitantes. Si
cruzamos la relación de abonados con el padrón de habitantes
correspondiente a ese mismo año, observamos nuevamente que son los
propietarios, los comerciantes, empleados y profesionales los más
numerosos, siendo muy escasos los que se declaran jornaleros o
labradores.
El agua a domicilio aún continuaba siendo un lujo, por lo que las
implicaciones sanitarias eran difíciles de obviar. No obstante, el
Reglamento para la Edificación y Reformas de los Edificios de la
Anteiglesia de Barakaldo aprobado en 1904 era muy explícito respecto
las características técnicas que debían tener los retretes, pero
nada se especificaba sobre la obligatoriedad de dotarlos de agua.
Situados muy a menudo en las cocinas, consistían en un conducto
largo de tosca albañilería, generalmente
desprovistos de asientos, carentes de sifones en los empalmes al
retrete, siendo habitual, por lo tanto, que exhalaran olores
nauseabundos. La falta de agua corriente a domicilio impediría
limpiarlos en debidas condiciones, o que descendieran los
excrementos con la rapidez deseada hacia el pozo negro, propiciando
de este modo la obstrucción de las tuberías. A pesar de estas
deficiencias, el precio de una instalación no sería moderado, ni
fácil su abastecimiento, si hemos de hacernos eco de las guías
comerciales de la provincia (Repáraz publicaba una guía de los
establecimientos comerciales de la provincia. La primera vez que
hace referencia a un establecimiento de bañeras, inodoros y
artículos sanitarios fue en 1903. Más concretamente, dos
establecimientos en Bilbao. La capital vizcaína superaba para esas
fechas los ochenta mil habitantes, sin contar Deusto y Begoña
parcialmente anexionados. Esto nos estaría indicando que los
sanitarios no eran productos muy demandados. No había
establecimientos similares en el resto de localidades. A lo sumo se
mencionan tiendas de loza fina y ordinaria, pero nada hace pensar
que vendieran sanitarios completos.).
En definitiva, razones esgrimidas como suficientes por parte de los
propietarios a la hora de negarse a instalar un saneamiento que
llevaba aparejado el servicio de agua corriente y no pocas obras
acometimiento. Otro tanto podemos decir del escaso número de
establecimientos comerciales dotados de agua, a pesar de que el
Reglamento Municipal de Higiene disponía que no se permitiría el
funcionamiento de cafés, tabernas o similares que no reunieran
buenas condiciones de luz y ventilación o que no se hallaran dotados
de agua potable en el mostrador y en el retrete. No será hasta 1919
cuando la imposición de multas
y la amenaza de la clausura de negocios, supuso un aumento
considerable del número de altas
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Distribución de agua a domicilio en Barakaldo. Año 1903.


El cuadro representa el resultado de la visita
girada por el fontanero y recaudador municipal a todas las casas que
se surtían de agua potable a domicilio en Barakaldo en el verano de
1903. El objetivo de la Corporación municipal era evitar los abusos
que venía observando en el suministro de agua, en tanto que los
abonados habían instalado un mayor número de grifos que los
solicitados. El informe nos proporciona el nombre y la dirección de
los abonados, pero no el piso o habitación, por lo que no podemos
hacer una estimación del número de personas que disfrutaban del
servicio en esta fecha. En cualquier caso, el hecho de que sólo
sesenta y tres personas se dieran de alta y, que únicamente setenta
y ocho inmuebles de Baracaldo dispusieran de agua potable, contrasta
con los más de trece mil habitantes que el municipio tenía en 1900 a
tenor de los datos arrojados por el padrón municipal y con los casi
mil inmuebles. Si acudimos al detalle,
podemos observar que barrios como Alonsótegui, Iráuregui o el El
Regato carecían de inmuebles que
tuvieran agua potable instalada. O que la totalidad de las casi mil
personas alojadas en los trece inmuebles de
la calle Arana no tuvieran agua en sus casas, debiendo acudir a las
fuentes públicas. Esta situación contrasta
con la de la calle Murrieta, donde habitaban buena parte de los
ingenieros y empleados de la fábrica
siderúrgica Altos Hornos de Vizcaya, todas ellas dotadas de agua.
Precisamente en estos inmuebles estaban
instaladas tres de las cinco bañeras existentes en el municipio.
Destaca también el escaso número de inodoros
y los apenas ocho establecimientos comerciales dotados con este
servicio. No es necesario insistir en las
repercusiones de la escasez de inodoros en la población. Y es que
buena parte de la población aún se
alojaba en casas que no disponían de ningún dispositivo para recoger
las materias fecales, por lo que eran
recogidas a diario por el servicio de recogida de basuras.
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